Zona de Traducción

sábado, 28 de junio de 2014

LA PREDICCIÓN DE LOS SANTOS:

HOY COLOMBIA GANARÁ A URUGUAY

Juan V Gutiérrez Magallanes
Difícil ha sido para los brasileros olvidar la derrota en el Maracaná, frente a Uruguay.
 
Se ensombrecen las ideas, cuando afloran los recuerdos de aquel día, «Maracaná sigue llorando la derrota brasileña en el Mundial del 50; se estrenaba el estadio más grande del mundo…los jugadores brasileños, recibieron en la víspera, relojes de oro que al dorso decían: Para los campeones del mundo. 
Las primeras páginas de los diarios se habían imprimido por anticipado…se había vendido medio millón de camisetas con grandes letreros que celebraban la victoria inevitable… 
Al primer gol del brasilero Friaca, un trueno de doscientos mil gritos y muchos cohetes sacudieron al monumental estadio…`pasado un tiempo Schiaffino, uruguayo, clavó el gol del empate y un tiro cruzado de Ghiggia, estalló el silencio en Maracaná, el más estrepitoso silencio de la historia del fútbol, acabó ganando Uruguay 2 a 1… 
Ary Barroso, el músico autor de Aquarela do Brasil, que estaba trasmitiendo el partido a todo el país, decidió abandonar para siempre el oficio de relator de fútbol… los comentaristas brasileros definieron la derrota como la peor tragedia de la historia de Brasil…quedó en el bolsillo de Jules Rimet, el discurso que había escrito en homenaje al campeón brasileño». (Eduardo Galeano ). 
Esta vez, después de 64 años,  los brasileros están haciendo fuerza para ver perder a Uruguay frente a Colombia, no aceptarán que se oiga el tango Dandy, que fue cantado por Gardel, en ese año de 1930 en que ganó Uruguay. Sólo se permitirá la fuerza de los Caracoles, el coco, el Tablero de Ifá y el Ékuele de los Yorubas, lanzados por los  santeros y babalawos. Son en total 132 participantes que en siete días han estado lanzando diferentes medios de adivinación. 
Todos los santeros concuerdan en el triunfo de Colombia sobre Uruguay,  sin contar con la asistencia de la Pachamama, ella ha permitido la intervención del dios Elegguá o Echú, quien es llamado de primero a todos los actos festivos. Como dios que cuida los caminos, los santeros creen que éste debe guiar el balón, para hacerlo entrar en la portería de Uruguay. En la oralidad se ha encontrado que es el dios de la Suerte y tiene que ver en el destino de los seres, Elegguá, puede cambiar el destino. 
Según, el anciano, los santeros, desde hace siete días y siete noches, vestidos con collares de cuentas rojas y negras, colores preferidos por Elegguá, juegan a la vez con los juguetes preferidos por el dios. Trompos, papelotes y bolas, estas últimas las han marcado con los colores del uniforme que usa la Selección Colombia. 
Los santeros, aseguran que Elegguá estará en la puerta del equipo Uruguay, «abriéndole el camino  a los colombianos», porque él es el guardián del templo. Allí estará haciendo travesuras, bailando  y amenazando con su garabato, para que se permita meter el gol de los colombianos.   
    

viernes, 27 de junio de 2014

«UNO MÁS UNO DOS Y PUNTO».

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"LOS NIETOS LLEGAN CUANDO EL ABUELO ES MADERA CURADA DE MUCHOS SIGLOS
                                  «Al abuelo Valeriano, hecho de noble  madera»
  Por Juan V Gutiérrez Magallanes
Cuando ya has trajinado la dureza del trabajo-tiempo, las páginas se han llenado de vivencias. 
Páginas que han brindado y sabido guardar las respuestas a las situaciones más difíciles de la vida. 
Llegas a sentir reposo en el corazón y puedes regalar sin solicitar tiempo al trabajo-tiempo. Puedes jugar nuevamente al escondido con las nubes que desde el firmamento te invitan, sí, a esas que siempre mirabas de soslayo y las dejabas esperando para cuando el trabajo-tiempo fuera benévolo y se llenase tu corazón de bellos recuerdos.
A tus hijos los mirabas con la brevedad de los días festivos.  Luego volvías nuevamente a la rutina de halar el hilo de la vida para que los muchachos alcanzasen el estado adulto. Jamás pensabas en detener el tiempo para poder seguir mirándolos como niños. Te agitabas esperando que el tiempo deglutiera los espacios.
Cabalgabas con el trote fuerte de la rigidez de la vida, te olvidabas de incluir el humor como parte de ese dúo quijotesco reposando en nuestro interior. Había un pensamiento cincelado de difícil movilidad para encontrar eso que llevamos por dentro  y que nos convierte en un ser risible.
Eras una marcha emprendida con temor al fracaso, en donde a los hijos los mirabas con ojos taladrantes para que no se desviaran de la ruta trazada noche tras noche.
Todo aquello se hacía vertical, rígido por la inexperiencia y el exceso de trabajo.
Por una responsabilidad que te habían grabado en el inconsciente. No valía la risa, era un mundo de trabajo lineal, donde se reflejaba una relación aritmética. «Uno más uno dos y punto».
Allí no eras  abuelo, eras  padre. ¡Gran Diferencia!  El abuelo tiene la experiencia del mundo, ha visto crecer a una generación, ha seleccionado un cúmulo de anécdotas buenas y malas y escoge las mejores en el tiempo que ahora él sabe manejar. Ahora  juega con el espacio-tiempo, ya dejó atrás el trabajo en la  agitación por adquirir cosas.
 Pero la experiencia es lo que permite sentir alegría y goce, el saber que aquel nieto es responsabilidad de los padres y no tuya. Por eso ahora redescubres lo lúdico de la vida.
Nunca vas a querer más a tu nieto que a tu hijo, tal vez igual. Ambos llegan a tu mundo en tiempos y circunstancias diferentes. Ahora cuando eres abuelo, las fibras de tu corazón se han tornado sensibles y basta un leve contacto para que vibren como cuando se escucha una dulce melodía…
Las maderas curadas son de buena sonoridad y materiales predilectos para los lutieres.

miércoles, 25 de junio de 2014

NUEVOS RETOS LITERARIOS

Vicisitudes y cotidianidad de un escritor de extramuros 
«Para alguien que está más allá de mí: Dios, El Todopoderoso».

Por Gilberto García M
Eltiempo.com.co
Cuando se vive en un barrio de extramuros el escritor se enfrenta a varios universos. Y digo que a varios universos porque, en ese reducido espacio, confluyen las bondades y maldades del género humano sin que nadie salga herido, pero si se es residente del lugar. 
No conozco el caso de alguna persona bondadosa que haya tenido problema con otra mala, por habitar en el mismo barrio. Aquellos sucesos que se salen de lo normal, quizás sucedan porque ya vienen signados por la Providencia y, porque se sitúan hacia el polo negativo de esta zona de extramuros que no quiero nombrar. 
Sucesos que podrían ser la excepción a lo expresado con anterioridad, de que el bien y el mal en un barrio como el nuestro, se miran la cara, no se saludan pero es como si constantemente lo hicieran, se respetan y, a pesar de alguna piedra de tropiezo se levantan y, ambos continúan ese camino de todos los días, crucificados por la opinión pública del escarnio y la ignominia, simplemente por habitar en una zona de extramuros. 
En estos confines de lo urbano la Literatura es la misma ya seamos franceses, chinos, alemanes, ingleses o hispanoamericanos. Lo que la hace diferente es el apoyo que le pueda dar el Estado, los organismos descentralizados, la empresa privada, universidades y colegios para que se pudiera decir, en aquellos tiempos como ahora, por ejemplo, que la mejor literatura sigue siendo la rusa. 
Y por consiguiente sus 10 mejores novelas de todos los tiempos son: Las Almas Muertas de Nikolai Gogol, Oblomov de Iván Goncharov, Humo de Iván Turguenev, Crimen y Castigo de Fedor M. Dostoievski, Resurrección de León Tolstoi, Los Artamonov de Máximo Gorki, Sachka Yegulev de Leónidas Andreiev, Sujodol de Iván Bunin, El amor de Juana Ney de Ilia Ehrenburg, y El don apacible de Mihail Cholokov. 
En un barrio de extramuros se halla la mejor Literatura, el problema es que no ha llegado si quiera un genio que la haga trascender. Tampoco la ayuda requerida para estimular a tantos noveles escritores cuyo talento se ignora, y que a causa de tantas vicisitudes, en el camino resbalan y caen, desmayan, y ya no vuelven a levantarse jamás. 
Declinan y, terminan tirando la toalla en su último round contra las adversidades que se oponen a la narrativa, el cuento o la poesía. 
«Las mejores novelas y cuentos aún no se han escrito» escucho decir a menudo y, me valgo de tal expresión para reflexionar pues estoy en el barrio indicado, abrazando la buena Literatura que fluye en esta zona de extramuros. Sin embargo, es bueno reiterar que en una zona excluyente al escritor se le margina, los servicios públicos no son los mejores, los menores de edad ya fuman la cannabis sativa, el hacinamiento en las viviendas es cosa singular y, un vecino te prende un pick-up desbordando los límites de los decibeles permitidos el sábado por la mañana y, lo apaga el lunes por la noche. 
 Aquí se refugian los bandidos, el farsante que se sube a los buses diciendo que es ciego pero que a la vuelta de la esquina, lo producido por su labor de vivir a expensas de la misericordia de la gente, se lo harta en cervezas para volver con los mismos escrúpulos al día siguiente en la misma faena. 
 Este tipo de situaciones representan para el escritor, llámese sobreviviente del Holocausto que encierra la Literatura su mejor escuela, su mejor universidad pues aquí se tropieza con todas las pasiones, los problemas del espíritu, los dones para bien o para mal del hombre. 
La Literatura, dependiendo del talento que la escriba saldrá siempre bien librada. Hay tantas historias por desentrañar, tantos comportamientos extraños y disímiles que la narrativa y la poética siempre andarán de fiestas por estos barrios de extramuros… 
 En busca de fijar una posición del escritor frente a las atmósferas y ámbitos de estas zonas marginadas, bastará decir que el narrador siempre tendrá algo que contar, una hipótesis que plantear, una conducta que aplaudir o sancionar, una visión universal contemplada desde los umbrales de la pobreza, la violencia y la drogadicción. 
 Es, pues, la perspectiva que en el plano personal dejan muchas enseñanzas, a partir de la cotidianidad en una comunidad que parece que hablara distintas lenguas pero que las une y entiende un fuero interno, algo relevante, que permite que el agua y el fuego convivan en el mismo escenario. 
Alguien alguna vez me decía, «¿cómo puede escribir usted en un barrio de extramuros?» Pero enquistado como estoy en la barriada, hay más dificultad cuando escribo fuera de mi entorno que cuando lo hago en él. Hay tanto material en todos los aspectos, que el escritor se convierte en un vigía, en un confidente de almas, en un curador con la palabra, en un observador de la mujer perezosa que prefiere vender su cuerpo que trabajar.
 Aquí se halla también la concubina que se levanta a las once de la mañana y, la señora del servicio es la madre a quien la concubina paga sus favores. En estas zonas marginadas se aprecia el aliento de aquellos personajes que, como en A Sangre Fría —la Literatura de No Ficción— el escritor norteamericano Truman Capote tomó para escribir y recrear, quizás, su obra capital. En una cárcel de la vida, en donde todos vivimos recluidos, ya sea por esta o aquella circunstancia, algunas veces se cohabita con personajes que cumplieron una condena y experimentaron en carne propia el infierno de las cárceles. 
¿Qué hay entonces en esas mentes, algunas veces limpiadas por la pena, y Dios, y otras veces acumuladoras de venganza y amargura, con las ganas de reincidir luego de purgada la condena? El caso del psicópata Garavito es un ejemplo recurrente, luego de expiada la pena se aferra al Salvador como una forma de remediar ese comportamiento terriblemente repudiado por la sociedad. 
Este grotesco personaje ya es un atractivo literario para que el fabulador con la belleza de la palabra escrita desmenuce a la posteridad las oscuras perturbaciones de un alma quizás pagana y sufrida que busca la redención… Entonces El Cartucho en Bogotá, La Chinita en Barranquilla, o las Comunas de Medellín son lugares privilegiados, por citar unos cuantos, privilegiados en el sentido que los fenómenos que se dan en la Literatura Universal se hallan presentes en estos barrios marginados. 
No es extraño entonces darle tarjetas de bienvenida a la Literatura Urbana, con el pálpito del ciudadano que vive el día a día de una sociedad de consumo desgastándose, por aparentar lo que no puede ser. Aparece el género de la Novela Negra mezclando dramas, asesinatos para alimentar la pasión de un lector morbo. Al iniciar este trabajo hablaba que el narrador se enfrenta a varios universos, cada personaje que habita en nuestros barrios de extramuros, es un escenario único, un ámbito en donde hay algo de particular, o la conducta si se pudiera decir exclusiva, de ese alguien o personaje que representa ese micro universo. 
¿No es entonces ese singular escenario en donde se mueve y cohabita el Psicópata Garavito, un espacio único? 
Nadie más que él sabrá explicar las oscuras perturbaciones que lo llevaron a ser el personaje principal de su Novela. Entendido así, podría colegirse que el escritor que se inicia en nuestros barrios de extramuros es un bendecido por el Dios de la Literatura, por el sencillo hecho de que este es el lugar donde confluyen las pasiones humanas, presentes e inherentes en el expendedor de drogas, delincuentes, prostitutas, escritores, pastores cristianos, sacerdotes, veteranos de guerras olvidados por siempre, boxeadores, artistas, etc. 
Es un bendecido porque aquí encuentra el artesano de las letras todo aquello que al escritor natural, se le dificultará adquirir si no habita en un barrio de extramuros.  
Mientras que el escritor natural para explorar los ámbitos que integran la comedia humana tiene que hacer maromas y malabares, el narrador de extramuros recibe toda la información, la descripción y las atmósferas con una gran ventaja: el fabulista se las goza, y si le toca la fatalidad de cohabitar con la verdadera pobreza, nadie más que él para trasladar todas esas pasiones a la Literatura de Extramuros. 
En treinta años de convivir entre diversos micro universos he comprobado que quienes lo integran hacen desde los inicios en esa sociedad de extramuros un pacto tácito entre ellos. A pesar de vivir los malos y bondadosos en un mismo lugar, aprenden a respetarse, no violan esas fronteras que limitan los territorios y, aunque parece absurdo, los unos cuidan de los otros y viceversa. En cuanto a los que delinquen, quienes optan por ello asaltan, agreden y, hasta asesinan como en todo barrio de extramuros pero raramente la victima pertenece a la comunidad. 
 Por estas calles abandonadas abundan los poetas, narradores, cantantes y todo aquello que signifique vida, es decir, lo que el ser humano inspirado en la belleza de la palabra escrita, crea, en los trazos de unas manos y una policromía escarbada, arrojada luego desde las montañas y llanuras del alma, para ofrecer así la habilidad o destreza que desde tiempos milenarios se conoce como Arte. 
 En Cartagena se presenta una situación muy particular. Con esa herencia de lo Colonial pero también con las ventajas de ser Patrimonio Histórico y Cultural, el arte en todas sus manifestaciones aflora como si estuviera renaciendo desde las cenizas del olvido.  El folclor, y sobre todo aquello que deriva de culturas milenarias, afrodescendientes e indígenas —el raizal de la Urbe— está llevando sus creaciones desde las zonas de extramuros para colocarlas en medio de una plaza colombiana, reclamando ante Colombia y el mundo una puesta en escena de la cotidianidad nacional en procura de volverla universal en esa lucha de David contra Goliat. Se reclama entonces así la atención del ciudadano universal para con lo que se crea, se fabrica y, produce en el país. 
 Así la ciudad se ve abordada por los grafitis, por la literatura de la novela negra. Por un literato que argumenta que los extraterrestres son los dioses del cosmos. Por la champeta con ese particular toque cartagenero, por Ane Swing que no desmaya en revelar las creaciones y los bailes de sus ancestros matizados por los nuevos ritmos modernos. De tantas vidas paralelas en estos lugares de barriada, nadie podrá decir que por aquí no se pasea ese personaje psicológico y absurdo, de Dostoievski, en su novela corta Noches Blancas. Ni El Satanás de Mario Mendoza, o El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez, (nuestro orgullo Premio Alfaguara), tampoco dirán que por aquí no se pasea La noche de la Trapa de Germán Espinosa, ni El Reino Errante de Jorge García Usta. ¡Si Melquiades y Úrsula Iguarán no hacen más que deambular por estas calles! Todos ellos cohabitan en estas franjas de extramuros, es la gran ventaja del fabulista que reside aquí, solazarse con esa pléyade de personajes. 
Por último: el Gobierno decide sobre estas paredes y calles destapadas de nuestros barrios urbanos. El escritor es un testigo del tiempo que espera.

 

lunes, 23 de junio de 2014

JOSÉ RAMÓN MERCADO:

 A TRAVÉS DE SU PROPIA OBRA LITERARIA
Por Edison Martínez Ramírez*
José Ramón Mercado, todavía sueña un tren con los colores de un bus de palo que entra a Ovejas, anunciando las doce del día, después de rodear el Cerro de Almagra; cargando con el correo de los obreros de Barrancas, los bultos de panela de hojas del Cauca, las cargas de bagre seco y arroz de Magangué y los driles de Antioquia. Lo ve despedirse para seguir pitando alegre y nostálgico entre el reguero de caneyes del Valle de Chengue hasta más allá de Chalán y Colosó, llevándose entre los bultos de tabaco en rama y ajonjolí a los estudiantes que vuelven a sus clases del Liceo Carmelo Percy de Corozal.
Ve a los niños y a los burros detenidos en las orillas, mientras el tren se pierde entre las colinas como un chinchilín rugiente. Como ve todavía a su primo Julio César, desde aquella mañana, todas las mañanas, subiendo al cerro más alto de la Sierra de la Peña, acosado por las brisas de la gloria y ansioso de vientos propicios para su modelo de avión a escala de un bimotor Curtis-Douglas, desde el día en que el mismo Julio César Carazo, recibió por el correo, la última lección, el diploma y la placa bronceada de piloto civil expedida por la Escuela Superior de Aeronáutica de California, así como lo narra J.R.M. Dueño de su inabatible destino, José Ramón, ve a Julio César, como si fuera ayer, lanzarse por la ladera pedregosa y empinada, detenerse suspendido del pecho, los tres segundos exactos en que Julio César se mantuvo en el aire, suficientes para cumplir, él también, su destino como único espectador del primer hombre que voló en estas tierras, con unas alas de fique construidas por él mismo, según el cuento en donde J.R.M describe esta experiencia con el asombro de la infancia.
La memoria de José Ramón, transcurre por los mismos caminos del eterno retorno a casa, las sendas del exilio por donde el pueblo se vuelve un cáliz  de recuerdos distantes, los caminos de los adioses y las esperas, donde la vida va dejando sus «témpanos en charcos de olvido». 
Cada palabra es un trofeo recuperado en la senda del peregrino, cada imagen es un aluvión de sueños que viene en el abrazo dulce del agua del tiempo, su metáfora esencial. 
Primero están las cosas contadas, como las nubes de las cabañuelas al empezar enero. Las hojas maduras flotando en la sombra espejeante de los campanos. Las historias que se quedaron penando en los rincones de La Estancia, escapando por las rendijas de las ventanas trancadas. 
Las historias felices de seres inmunes a la tristeza. El amor irreductible a la vida primera y a las esperanzas y a las esperanzas sin fórmula para morir. 
Aún persevera en su asombro el pajarero febril que se llevaba su mejor trampa al cine con la confianza de capturar a la primera calandria que escapara de la pantalla.Luego están los días llenos de fantasmas perdonados, nunca olvidados, en las páginas de sus «Perros de Presa». Las mañanas del pueblo con sus calles de panzas hinchadas, de perros y puercos baleados por un tiempo hediondo a gatillos ciegos. Sevicia de sonámbulos en una historia patria sólo derrotada por la contumacia  alada de los goleros, a salvo del estado de sitio en el mal ubicado paredón del cielo.Más profundo en la dermis de su universo, la fuerza telúrica deja paso, entre pliegues de señales y caricias, a la presencia efímera del amor eterno.Como poemas de ciruelas brotando bajas en el tronco nada dice que mañana puedan  estar﴿, la luz confiada que arde en la presencia, huye del recuerdo con la muerte.
La madre entonces una lumbre imperdurable de ansiedad trasegando el paso de los días, tan indispensable como el aire, presente en el tejido de brazos que sostienen la carga temprana de los años. Un tazón de guisantes con su sazón inequívoca, es un florero que su amor coloca en el paladar de la tarde. El aroma del pepino biche en las rodajas que saltan de sus dedos, trazan el cotidiano sosiego de los huérfanos cuando la memoria vuela sobre la estela del tiempo ausente.José Ramón Mercado, es todo lo que se llevó y lo que dejó bajo el cielo de Ovejas, poco le ha tocado esculcar y recrear del resto del universo. Los libros sólo han sido el pretexto para rearmarse y reencontrarse viviendo desprevenido, sus múltiples vocaciones, cada una con su tono  definido de flagelación.  
   
El  resto, sólo es regresar. Cada vez como un «forastero de la propia tierra». Volver en un ritual de distancias donde las manos apenas se untan con un tiempo ajeno que traspone los sentimientos; encontrándose cada vez más en la soledad del espíritu poético. La desolación del  escritor que cada martes de infinitas semanas sigue repartiendo en cada casa de Ovejas, dosis letales de lágrimas y bajezas en cada fascículo de «EL DERECHO DE NACER», como un testimonio de su obra literaria. 
          Ovejas, octubre 18 de 1.993