Zona de Traducción

viernes, 29 de agosto de 2014

Prólogo a La Luz de La Lámpara en la Tiranta


JOAQUÍN POLO ANDRADE: ARMA UN MUNDO EN UN POEMA
Por Joce G Daniels
Cuando Joaquín Polo Andrade me pidió el favor de que le escribiera una nota de presentación para sus cuentos y poemas, tuve un raro presentimiento, pues a pesar de que le había escuchado ciertas frases de corte poético y otras con una marcada orientación de prosa poética, no pensaba que detrás de ese amable y espontáneo caballero hubiera un prodigioso poeta que jugara con las imágenes y con la música de los versos y que además escribiera cuentos tan largos que para un lector mediano de pronto invitara a no leerlos. 
He ahí uno de los grandes problemas que enfrentamos quienes trajinamos entre los vericuetos de la palabra y por la senda de las musas, pues a veces andamos tan desprevenidos que no llegamos a comprender la valía de quienes nos rodean y sobre todo de quienes tienen innato el sentido el estro de la imaginación. 
Con el profesor Polo Andrade, a quien conozco desde hace muchos años y a quien he visto hablar mil y una vez, me he llevado una grata sorpresa, pues sus cuentos, a veces apocalípticos y otras veces tradicionales, revisten todos los elementos que son dables para la buena y amena literatura, lo mismo que sus poemas, llenos de música y de imágenes y por donde discurren las influencias de los simbolistas, pero sobre todo del gran Julio Flórez, no obstante; conserva su propio estilo, el estilo de quien conoce el oficio, de quien arma un mundo en un poema, de quien entrelaza las palabras y vierte lentamente frases sonoras que son agradables al oído, es como si fuéramos nosotros mismos quienes estuviésemos hablando con lo desconocido. 
Polo Andrade se ha salido con la suya, ha escrito dos cuentos impecables: «La Permisión» y «Willdo», en donde presenta dos argumentos totalmente diferentes, pero salidos ambos de la magia caribeña, de lo real maravilloso que todos los días nos atropella con sus enigmas. «Don Lesmes», «Petrona Regalada», «Gratiniana Antonia Arroyo», «Udosia Herrera», «Telmo Padilla», «Altajerjes Soto Arroyo», son otros muchos de los onomásticos que dan una idea de ese acervo literario que se esconde en cada uno de los renglones del cuento «La Permisión». 
Un cuento medio filosófico, el principio medio tradicional, medio costumbrista, que habla de un pueblo cuya vida transcurre en torno a la personalidad de un patriarca: Don Lesmes León Almanza, a quien, cuando andaba con Rafael Antonio Cárdenas y Altajerjes Soto Arroyo, la lluvia nunca los mojaba y tampoco el sol los sofocaba, además «convertían la sal en azúcar» y «hacían billetes de banco con hojas de totumo». 
Santa Rosa para esa época era un pueblo desconfiado, hasta el punto de que la gente se había acostumbrado siempre a ver «las mismas caras, el mismo sol, el mismo día, la misma noche y el mismo amanecer», era como si el tiempo se hubiera detenido en esa población cuya vida transcurría entre el chisme, las intrigas, las costumbres y todo cuanto puede acontecer en un pueblo del Caribe colombiano. 
En «Willdo», el otro largo cuento del libro, nos topamos con un escritor que depura y es cuidadoso con lo que escribe. 
Aquí también discurren los nombres cargados de un profundo sentido semántico «Célimo Cicerón Julio Juliao», «Doña Débora», «Dídimo», «Willdo Rafael Urueta Torres» que todo en la vida lo había aprendido por su agudísima observación, la buena memoria, la perseverancia y la acción empírica», en fin, una narración llena de frases grandilocuentes, campesinos filósofos, obreros que recitan de memoria párrafos de escritores famosos, personajes que le maman gallo a la vida, que se burlan de sus amigos, que «se hace el muerto» para resucitar veinticuatro horas después, todo eso es el elemento que circuye a lo largo de las páginas del cuento que tiene todos los ingredientes para ser una novela. 
«Willdo», el personaje, se convierte en epicentro de la vida de aquel pueblo caribeño, pero es famoso es por su perfecta fealdad, la que a veces comparan con los feos personajes de las películas que de tiempo en tiempo presentaban en la sala de cine de Augusto del Río.

El mundo del cuento parece sacado de la realidad, pues sus personajes, tales como Aristófanes de Arnedo, César Fayat, Luis Ricaurte Garrido, las dedicatorias, las canciones, las serenatas, Ilusión Castro Moscote, la desdichada que se mete a monja pero no logra superar las pasiones sentidas por Célimo Cicerón y se ve en la necesidad de desnudarse de sus hábitos, todo cuanto acontece no es sino producto de una realidad que se alimenta de la magia que deambula en cada rincón de nuestros pueblos. 
Joce G Daniels, Escritor
No obstante, Joaquín Polo Andrade, demuestra que conoce el oficio, muy a pesar de la urdimbre que teje y teje hasta formar una madeja inextricable, al fusionar nombres y más nombres de familias y de personajes, muchas veces ajenos a la propia realidad y a la ficción y donde rescata parte de la riqueza idiomática convertida hoy día en fósiles de nuestra propia literatura. El lenguaje sencillo y ameno, los diálogos y los pensamientos, todos se sumergen en un baño de intelectualidad y de filosofía. 
Es como si en el pueblo todos hubiesen leído a los grandes clásicos de las letras universales. 
Con respecto a «La Luz de la Lámpara en la Tiranta», nombre poético y llamativo que nos remonta a la vida de los ancestros, a medida que nos adentramos a ese cúmulo de versos y más versos, de imágenes y más imágenes, de música y más música, llenos de metáforas y de símiles, descubrimos un poeta en ciernes, vivo y moderno. 
El propio juego de ideas en las paradojas: 
«Te percibo más cerca
cuando estás ausente»

O en las metáforas:

«Mis lágrimas en tus senos
tu silueta fundida en su cristal»
«¿Es que acaso tu aposento
ya no es lugar apropiado
para pensar en mi ausencia?»

O este bello símil:

«En la elocuencia de tu silencio
con claridad meridiana
está inmersa la respuesta»
O la propia epanadiplosis:

«La noche que la noche me habló
porque era diáfana la noche»

Colgado de las influencias de nuestros poetas simbolistas y modernistas. Polo Andrade conjuga sus versos de una manera viril, amena y sin la rimbombancia de otros poetas de nuestro tiempo.

Es una poesía ilustrada en donde el poeta sabe qué busca y qué quiere expresar, no son versos sueltos y tirados a la vera del camino, son versos con un sentido social, comprometidos con nuestra realidad histórica, pero sin salirse del marco trazado para todo poeta: «Escribir cosas que deleiten el espíritu del hombre y eso es lo que ha hecho nuestro ilustre amigo: escribir cuentos y poesías que llegan al alma, al corazón y que tienen un profundo sentido social».

Pienso que el profesor Polo Andrade, a quien he visto desde hace muchos años, es más poeta que cuentista, aunque sus cuentos se pueden leer en cualquier momento y a cualquier hora, los poemas son de una contextura perfecta, sin tripas y sin estopas que llevan inmersos el ritmo de las olas del mar Caribe, que llegan y se van lenta y paulatinamente, versos de música agradable, de frases sonoras y de medida perfecta.

Con este libro creo que ha dado el primer paso para escalar a la cúspide de los poetas colombianos, de los poetas bolivarenses y sobre todo que se han apartado del facilismo que muchas veces invade a los poetas que transitan por la senda de la nueva y moderna poesía.

En Polo, gracias a Dios y a Erato, no se ha dado este caso: dos cuentos largos, pero no cansones y muchos poemas llenos de delicada musicalidad que a medida en que nos adentramos a esa fantasía pródiga en imágenes nos vamos compenetrando con el autor. He aquí pues un nuevo escritor que entra a formar parte de la pléyade de escritores colombianos.

Quieran las musas y el numen de su creatividad que algún día lo encontremos en algún lugar del inalcanzable Parnaso de Escritores Colombianos.


San Sebastián de Calamarí, 23 de diciembre de 1997.


Reacciones:

lunes, 25 de agosto de 2014

DE LOS CAMPOS DE LA REFLEXIÓN

          ¿NADA EN COMÚN LA LITERATURA Y EL DERECHO?
«La poesía -como la vida, como el amor- quisiera la gracia, no la ley; ella narra la existencia en lugar de juzgarla, como en la sentencia evangélica: Nolite judicare (Es reprochable juzgar con precipitaci
ón)»  CLAUDIO MAGRIS.
Por Rafael E Yepes Blanquicett 
Aparentemente, la Literatura y el Derecho no tendrían nada en común por tratarse de disciplinas que abordan la realidad desde puntos de vista diferentes. Mientras que para la Literatura la ficción es la «verdadera» realidad, la «única realidad», para el Derecho la «verdadera» realidad, «la única», es la realidad jurídica, es decir, la que queda registrada en los expedientes judiciales y que en numerosas ocasiones difiere totalmente de los hechos que la originaron. 
Sin embargo, en el trasfondo del asunto, la Literatura y el Derecho se relacionan mucho más de lo que nos parece. 
Si nos fijamos, por ejemplo, en la redacción de un escrito judicial, llámese demanda, denuncia, querella, sentencia, auto o fallo, encontramos que se utilizan algunas figuras literarias como la metáfora, la parábola y la paráfrasis, con el propósito de darle un sentido más claro o amplio, «latu sensu», o simplemente para adornarlo y que no luzca tan árido. 
Es muy común entre los operadores judiciales el uso de estas figuras retóricas, sobre todo, en la Jurisprudencia de las Altas Cortes y de los tribunales municipales, distritales y departamentales. 
De la misma manera, en la Literatura, como tal, abundan ejemplos de novelas, cuentos, tragedias, poemas y ensayos que tratan de temas jurídicos o de derecho. Uno de los ejemplos más precisos del entrelazamiento de la Literatura con el Derecho, es ese extraordinario relato de Franz Kafka denominado «El proceso», en donde el protagonista, llevado por la insolente pretensión de no querer terminar «enlodado por el fango de la vida» y por la avidez de alcanzar «la perfecta inocencia y pureza», se queda condenado para siempre ante las puertas de la Ley, «a defenderse hasta el final», víctima de su obsesión por la defensa legal. 
En «Antígona», a la inicua ley del Estado, que es una ley positiva, codificada, creada y promulgada por Creonte, Antígona le contrapone «las leyes no escritas de los dioses», que no están codificadas por ser consuetudinarias, esto es, avaladas por la costumbre, y que son transmitidas por la pietas (devoción, virtud o piedad filial) y por la auctoritas (autoridad) de la tradición, convirtiéndose en las depositarias de lo Universal, de la Ley natural, que está muy por encima de la Ley positiva. 
Claudio Magris*, en su texto Literatura y Derecho ante la Ley**, sostiene que «La obra maestra de Sófocles es una trágica expresión del conflicto entre lo humano y la ley, que también es un conflicto entre el Derecho y la Ley", y uno de los más claros ejemplos de la estrecha relación existente entre la Literatura y el Derecho, agregamos nosotros.
Otras «fuentes» de la conexión entre la Literatura y el Derecho son los libros sagrados de las religiones organizadas de la antigüedad y de nuestra época, tales como el Código de Manu, el Código de Hamurabi, la Ley Mosaica, el Corán y la Biblia de los cristianos y judíos. 
En el Antiguo Testamento de la Biblia, por ejemplo, aparecen los «Diez Mandamientos de la Ley de Dios» atribuidos a Moisés, que fueron el código civil, religioso y político de la cultura occidental católica durante muchos siglos, todavía hoy vigente en muchas legislaciones civiles del mundo. 
Otro tanto se puede decir del Corán entre los árabes, para quienes la ley Dios -Alá, para ellos- revelada por su profeta Mahoma, constituye el código civil, religioso y político por el que se deben seguir todos sus fieles. 
Grandes obras de la Literatura Árabe así lo demuestran, siendo el caso de «Las mil y una noches», en la que se destaca la historia de Aladino y su lámpara maravillosa que simboliza la eterna lucha entre el bien y el mal, la ley y su contraparte, la no-ley, a través del poder, la fuerza y la traición. 
Finalizamos citando nuevamente a Magris: «La poesía -como la vida, como el amor- quisiera la gracia, no la ley; ella narra la existencia en lugar de juzgarla, como en la sentencia evangélica: Nolite judicare (Es reprochable juzgar con precipitación). En realidad, el arte juzga, pero reduce el juicio en la narración, sin condenar ni emitir veredictos, sino mostrando concretamente lo que significan, abatidos y fusionados en lo vivido, el bien y el mal". 
BIBLIOGRaFIA: 
MAGRIS, Claudio, Literatura y derecho ante la ley, con prólogo de Fernando Savater, Sexto Piso, Madrid, 2008. 
*Claudio Magris, narrador, ensayista y traductor, es una de las figuras más sobresalientes de la literatura italiana actual. Es autor de una vasta y diversa obra, entre las que se destacan sus novelas Danubio, Otro mar y Microcosmos y sus libros de ensayos El anillo de y Utopía y desencanto. El texto Literatura y Derecho ante la Ley. 
**Literatura y Derecho ante la Ley, es una conferencia magistral del mismo nombre, dictada en la Universidad Complutense de Madrid, en enero de 2006, publicada en el periódico español ABC y en el periódico italiano Corriere della Sera. (N. del A.)

IV CONCURSO EL MUSEO DE LA PALABRA

 20 mil  Dólares al microrrelato ganador
Por Gilberto García M
El imponente Museo de la palabra
No hay duda de que los españoles marchan a la vanguardia en todo lo que tenga que ver con la literatura. Si se aventura en la red, el cibernauta encontrará que cada Municipalidad o ayuntamiento goza de uno que otro concurso de novela, cuento, poesía o ensayo. De lo que uno deduce que los españoles leen y se preocupan por cultivar los géneros de la Literatura arriba mencionados.  
Con la crisis en su economía, estos premios se han vuelto pocos atractivos en cuanto a la dotación económica. Las organizaciones públicas o privadas, las fundaciones sin ánimo de lucro han recortado los rublos a los concursos aclarando que lo hacen sólo para no desaparecer que sería ya un mal mayor.  
Y continúan a cuenta gotas el sendero de la cultura.  
Admirable que desde hace cuatro o cinco años se hayan inventado el Premio Internacional de Microrrelatos Museo de la Palabra que apoya y fomenta el diálogo entre las distintas culturas, ideas, religiones y sensibilidades.  
«El resultado y la existencia de este diálogo son en sí una pieza museística, y lo configuran como un lugar de encuentro, el único museo virtual del mundo en el que no se expone nada, y que pervive en la red, realizando y trasladando sus actividades culturales desde esa plataforma, a todo el mundo», manifiestan los organizadores.  
El Museo de la Palabra es la principal herramienta o patrimonios que tiene la Fundación César Egido Serrano «para el logro de sus fines, una fundación privada sin ánimo de lucro, de carácter cultural, no confesional, y absolutamente independiente, que no solicita ni recibe subvenciones ni ayudas de ninguna Institución Pública o Privada. Se financia con sus propios recursos».  
«Situado en pleno corazón de la geografía cervantina -a algo más de una hora de Madrid-, cuenta con las infraestructuras adecuadas para el cumplimiento de sus fines. En el Museo de la Palabra nada se expone. La verdadera obra museística será aquella que se concrete como fruto de la comunicación de personas de diferentes culturas, ideas y creencias». 
«Pero lo más interesante es el lema que reza: «La palabra es el vínculo entre los pueblos y el lenguaje es la estructura que nos une y nos singulariza como seres humanos».  
«La palabra se transforma así en la principal herramienta de la cultura, del entendimiento y de la distensión. Mientras la palabra -el diálogo- sea la prioridad en las relaciones tendentes a superar los conflictos, la violencia será algo excepcional».  
La Fundación César Egido Serrano ha convocado el IV Concurso Internacional de Microrrelatos, bajo el lema: «Mandela: Palabra y Concordia».  
La dotación del premio —20.000 dólares al relato ganador— lo convierte en el premio mejor dotado por palabra del mundo, se concederán, así mismo, tres accésits de 2.000 dólares cada uno para los mejores relatos de cada una de las lenguas admitidas en el concurso, y que no hayan resultado ganadoras del premio absoluto.  
En la tercera edición participaron en el certamen 22.571 obras provenientes de 119 países.  
Además de la lengua española se podrán presentar los relatos en inglés árabe, y hebreo.  
La convocatoria se enmarca dentro de las actividades que la Fundación lleva a cabo para alcanzar sus objetivos. Uno de los objetivos de la Fundación es poner en valor la capacidad que la palabra tiene para unir a los pueblos.  
Si deseas participar ingresa a la web www.museodelapalabra.com

sábado, 23 de agosto de 2014

LA FUTBOLMANÍA EN LAS ESQUINAS


VIVIENDO EN EL PAÍS DE LOS «JAMES»

                                 «El fútbol, fuente de emociones populares, genera fama y poder»
                                                                                                       Eduardo Galeano.

                                                            Por Juan V Gutiérrez Magallanes
James Rodriguez, la sensación en Brasil 2014
Una semana después de finalizado el Campeonato Mundial de Fútbol Brasil 2014, los residentes del barrio «Olascoaga», especialmente los niños, jóvenes y adultos, se congregaban en la esquina de la casa de la Tomasona, para comentar las «jugadas y posibles records establecidos por los jugadores». 
Pero toda conversación giraba en torno a la revelación del goleador del mundial: el colombiano James Rodríguez. Entre los personajes asiduos al encuentro de la esquina, estaba un muchacho que estudia derecho en la Universidad San Gabriel, siempre haciendo citaciones de un librito protegido bajo las axilas, escrito por Eduardo Galeano: «el fútbol, hermoso espectáculo, esta fiesta de los ojos, es también un cochino negocio. No hay droga que mueva fortunas más inmensas en los cuatro puntos cardinales del mundo. Un buen jugador es una muy valiosa mercancía, que se cotiza y se compra y se vende y se presta, según la Ley del Mercado y la voluntad de los mercaderes». 
Los contertulios, luego de permanecer expectantes, saltan con gestos de desacuerdo y alegremente exclaman: «¡Ochenta millones de euros! ¿Cuándo los vas a ver tú en tu vida?...¡Nunca! Nada más por eso mi hijo, se llamará «James», y de vaina no le añado el Rodríguez». 
Desmembraban y desvestían a James, para «cotizarlo» con las mejores marcas de vestidos, electrodomésticos y automóviles. 
Se perdían en la infinitud de las ganancias. El joven del librito argumentaba sobre la deshumanización de los empresarios y volvía a leerles: «El fútbol sudamericano es una industria de exportación que produce para otros. Nuestra región cumple funciones de sirvienta del mercado internacional. En el fútbol, como en todo lo demás, nuestros países han perdido el derecho de desarrollarse hacia adentro» 
—Tú podrás decir lo que quieras—decía un interlocutor— Pero no podrás opacar la grandeza de James. 
—Oye, no estoy en contra, lo que te quiero decir—manifestaba el joven del librito—es que el triunfo de James no puede obnubilarnos frente a la corrupción. 
Nada, era imposible despertar a los residentes del barrio «Olascoaga», estaban embebidos en el fútbol, se habían olvidado de Nairo Quintana, de Rentería, de Teherán, de Catherine Ibargüen, de Cecilia Baena. 
Estaban navegando en un «piélago jamesino», no por el buen fútbol que jugaba sino por los «euros» que ganaría. 
Uno de los asistentes, decía, que siendo él, James, cubriría el interior de su casa con billetes de cincuenta mil pesos convirtiéndola en una caja fuerte, donde para entrar habría que manejar una combinación. Y así fueron plasmando sueños con el dinero de James y de la forma como, de serlo, variarían en sus costumbres. 
De la pequeña asamblea, se formó un comité, que debería elaborar los estatutos para crear el Club de James. Todo aquello daba para creer que estos parroquianos estaban enfermándose con la futbolmanía alrededor de James. En el barrio fueron apareciendo: Calles que se disputaban el nombre de James, platos típicos con el nombre de James, tiendas con ese nombre, buses, hospedajes y varios cantantes de champeta, grabaron canciones en homenaje a James, e incluso, llegaron a ganarle en sintonía al Serrucho, pues los niños bailaban la champeta dedicada a James. 
Todo esto daba pie para afianzarse en lo expresado por Eduardo Galeano: «En estos tiempos de tanta duda, uno sigue creyendo que la tierra es redonda por lo mucho que se parece al balón que gira, mágicamente, sobre el césped de los estadios». 
De aquí en adelante, los hijos nuestros que nazcan a partir de esta fecha, llevarán por nombre «James Rodríguez», sin importar que se dé motivos a los posibles «fouls» en la paternidad de los pequeños James.

martes, 19 de agosto de 2014

ESTILO PROPIO

LA    CULTURA    EN   COLOMBIA   PIDE   CLEMENCIA
EL LIBRO IMPRESO CRUZA EL NIÁGARA EN BICICLETA

Por Orlando Periñán Lombana
Según el análisis del Foro en el  Xll  Parlamento Nacional de Escritores, realizado recientemente en Cartagena, el periodista magdalenense Gilberto García Mercado, en el cubrimiento del evento por este medio plasma  varias opiniones, sinceras y objetivas, de panelistas como Alma Rosa Terán, poeta del departamento de Sucre, de Álvaro Maestre del Cesar y del poeta cartagenero Gonzalo Alvarino, donde ponen el grito en el cielo, por el mal trato del Gobierno Nacional, Departamental y Distrital, negando el apoyo a la Cultura en todas sus manifestaciones. 
Yo les digo a los ilustres escritores antes mencionados, que una vez le insinuaron y más tarde propusieron a Winston Churchill, durante la ll Guerra Mundial, que le quitara el Presupuesto asignado a la Cultura con el fin de utilizarlo para el sostenimiento de la guerra y él sabiamente respondió: «Señores, ¿entonces  para qué luchar?», y continuó, «No olviden que en esta guerra no sólo está en juego la dignidad, la libertad, la soberanía, sino también la estabilidad de nuestra Cultura en general». 
Ahora hagan el ejercicio de comparar lo dicho por Winston, con el comportamiento de  nuestros gobernantes… 
No obstante el análisis hecho en el Parlamento, y que deja mal parado a quienes deciden sobre la Cultura en Colombia, hay que seguir fomentándola, eliminando a los reconocidos «depredadores» de las pocas partidas asignadas al raquítico Presupuesto, defendiendo el uso  de esos dineros en aras de la divulgación, para poder sacarla de la crisis en que está sumida. 
Nuestros dirigentes actúan en forma contraria a Winston Churchill, siempre tratan que el ridículo Presupuesto vaya disminuyendo hasta que llegue algún día a desaparecer. 
Por eso me uno al clamor de los escritores del Parlamento, al cual estoy  seguro se unirán los ciudadanos que sienten a la cultura amenazada, en la «sala de cuidados intensivos», como consecuencia  de la desidia de nuestros gobernantes. 
Paralelo a ello, el libro y la lectura están en alto riesgo, consecuencias de ello es el desempleo rampante, que afecta la capacidad de compra del lector. 
Se observa una gran competencia entre las editoriales tradicionales contra  las empresas globales que se han posesionado en el mercado de los libros virtuales… 
Todas estas variables reducen la producción académica y científica, empobreciendo a los habituales lectores, no sólo en nuestra nación sino en el mundo. 
De las librerías virtuales, se sabe de ante mano, que es privada, ellas abren sus mercados basados en grandes despliegues publicitarios en busca de lucrarse. En cambio,  cuando el Gobierno gira los recursos, estos están dirigidos a las asociaciones, fundaciones y demás que promueven el fomento, divulgación y promoción de la lectura, con el objetivo primordial de conseguir lectores. 
En los últimos tiempos el sector del libro impreso cruza el Niágara en bicicleta. Los libros cada día escriben en capítulos cortos su propio epitafio. Lo que se está viviendo ha retrasado el trabajo de años en en los planteles educativos, y por el lado de los llamados «gestores culturales», cuando lo intentan por voluntad propia, corren el riesgo de fracasar, hasta en algunos casos deterioran su integridad física, con la aparición de alguna enfermedad terminal. 
A pesar de estos datos sombríos, y nadando contra la corriente tenemos una Asociación de Escritores dirigida por Joce Daniels, quien todos los años hace su Parlamento, aunque después lo anden buscando para que cancele «las culebras» que el buen hombre se echa encima. 
Sin embargo, no podemos permitir que sean «estos escritores sacrificados» quienes asuman la responsabilidad del Gobierno. 
Ojala este artículo no lo lea mi empleada del servicio, mi pobre  y querida Clemencia…      

lunes, 18 de agosto de 2014

EL CIELO PROMETIDO PARA ROBIN WILLIAMS

LA SOCIEDAD DE LOS POETAS MUERTOS 
«Vivid el momento. Coged las rosas mientras aún tengan color pues pronto se marchitarán. La medicina, la ingeniería, la arquitectura son trabajos que sirven para dignificar la vida pero es la poesía, los sentimientos, lo que nos mantiene vivos". 
CARPE DIEM

Por Rafael E Yepes Blanquicett 

A Robin Williams siempre lo recordaré por su película más emblemática, la mejor de todas: «La sociedad de los poetas muertos». En este filme, ambientado en 1959, Robin interpreta a John Keating, un maestro de Literatura de la Academia Welton, el más prestigioso colegio privado del condado de Vermont, Virginia, Estados Unidos, donde Keating también hizo sus estudios secundarios. 
 
La Academia se caracterizaba por ser una institución muy exigente, tradicionalista y conservadora, cuya educación se basaba en cuatro principios: excelencia, tradición, honor y disciplina, y en donde, además, la separación entre estudiantes y docentes era mucho más acentuada que en otras.  
Keating encarnaba la antítesis del maestro tradicional, cumpliendo el papel de un docente que visualizaba la enseñanza de la Literatura de una forma diferente, rebelde, casi que revolucionaria, ya que promovía una interpretación de la Literatura, en especial de la poesía, totalmente contraria a la de los críticos literarios de la época, fundamentándose en principios como la libertad de interpretación, la exclusión del miedo y la creación sin ataduras ni reglas preestablecidas por los «doctos» de la Literatura.  
Siendo estudiante de la Academia, conformó, junto con otros compañeros que tenían sus mismos ideales de libertad, «La Sociedad de los Poetas Muertos», una especie de centro literario clandestino, ubicado en una cueva cercana a la institución, bien camuflada entre los matorrales del sector. Cuatro estudiantes de Keating descubrieron el lugar, reactivando las actividades como ocurrió en la época del distinguido profesor, volviéndose incondicionalmente leales a su maestro.  
La película empieza cuando los estudiantes esperaban al nuevo profesor de Literatura el primer día de clases. Al llegar, éste pidió que salieran del salón y en el pasillo señaló un poema que Walt Whitman dedicó al Presidente Abraham Lincoln: «Oh! Captain, my Captain» (¡Oh! capitán, mi capitán). De repente, mostró una orla de la primera generación de estudiantes, diciéndoles que ellos no entendieron el concepto del carpe diem y, que ahora, desde el más allá, piden a los nuevos estudiantes que no pierdan lo que no podrán volver a recuperar: el tiempo.  
Ya en el aula de clases, el profesor solicita que observen el gráfico de coordenadas que la introducción del libro utiliza para definir la poesía, que él lo califica como «basura» y, que arranquen esa página, pues su concepción de poesía es que no tiene estructura, ni normas. «Sólo crean y piensen en algo, denle el énfasis que necesitan y rompan esquemas», decía a sus muchachos, siguiendo los postulados de la libertad de creación. 
A partir de allí, las clases se convierten en un descubrimiento para los jóvenes adolescentes que miraban maravillados a su profesor de Literatura por haberles devuelto «la luz de la sabiduría». Es tal su fascinación y el gusto por la libertad, que le declaran la guerra a los cuatro principios del colegio, reemplazándolos por travesura, horror, decadencia y pereza, para vivir el carpe diem. 
Sin embargo, una pequeña infidencia de un estudiante a sus padres, que no veían con buenos ojos las actividades del profesor, revelándo lo que hacían en secreto en la cueva, permitió que los directivos se enteraran de la existencia de «La Sociedad», originándose un conflicto entre el maestro y la dirección de la Academia. 
El suicidio de dicho estudiante porque su padre no lo felicitó por haber participado en la obra dramática Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, le fue atribuido a su incomprensible progenitor, quien se defendió acusando al «revoltoso» profesor de Literatura, provocando la expulsión de Keating.  
Al pasar delante del pupitre vacío del difunto compañero, Todd, uno de los cuatro societarios, se levanta y manifiesta que los obligaron a firmar. Justo antes de que el profesor saliera, los jóvenes, uno a uno, comienzan a subirse sobre sus escritorios diciendo: «¡Oh! capitán, mi capitán». El incomprendido y acongojado profesor solo responde con un emocionado «gracias muchachos, gracias», en medio de los aplausos.  
Además de esta excelente película, Williams protagonizó también muchas otras entre el drama y la comedia, destacándose El hombre bicentenario, Jumanji, el Doctor de la risa, Patch Adams y la inolvidable serie de televisión que lo catapultó a la fama a finales de los años 70 y principios de los 80: Mork y Mindy.Paz en su tumba.






domingo, 3 de agosto de 2014

CRÓNICA DE UN ZAMBERO

  LAS LÁGRIMAS DE MARIO CHORAÓ POR EL FUTBOL
Por Juan V Gutiérrez Magallanes
Camina con pasos contados, es un hombre de una talla casi igual a la del «Negro Mama» de Marialabaja, una estatura de un metro con ochenta y cinco, un poco barbado y cabellos holotrico, que deja en pequeñas trenzas para incomodar a las señoras que ofrecen sus ungüentos de coco en las Playas de Marbella.  
Poco habla con los colindantes, pero siempre está atento a brindar su amabilidad, cuando algunos vecinos tocan a la puerta del pequeño apartamento de la esquina formando las calles de Rosada con San Celeste, allí vive desde hace diez años.  
A pesar de sus setenta años, muestra un cuerpo libre de panículos adiposos, más bien se mantiene magro, donde se aprecian las huellas de un hombre que ha sabido orientar su fisiología muscular. La vida le ha enseñado a ser comedido y a esperar las buenas oportunidades.  
Porque ha sido golpeado por fracasos amorosos que lo han llevado a refugiarse en las canciones de sus cantantes preferidos: Roberto Carlos, Don Octavio Henrique de los Boleros, Nelson Ned, Miltinho y Aldemar.  
Llegó a Cartagena como tripulante de un barco extranjero, de bandera brasileña, aquí en este puerto, Mario Choraó, por los amores de una mulata, se ancló con el pensamiento de la eternidad en no volver a su tierra, idea que no era igual a la de su compañera, quien siempre tenía en mente mirar la estatua de la Libertad desde un fregadero de platos de los Estados Unidos.  
En la primera ocasión amarró sus deseos a las aventuras de un marinero de una flota norteamericana y enrumbó su suerte hacia la travesía y vaivenes de aquel hombre de mar. Mario quedó solo y simplificó su existencia a esta esquina, donde ahora los toquecitos de la mano de Rosa sobre la puerta, calman la nostalgia y el desconsuelo del hombre. 
Los vecinos más cercanos y quienes transitaban por el frente, escuchaban la música, aquellos sones dejaban la sensación entre samba, bossa nova, boleros y jazz, pero de todos aquellos ritmos musicales, parecía que había uno en que se recreaba con mayor intensidad: la samba, a la cual dejaba sonar por más tiempo y con un volumen alto.  
Algunas personas y en especial los muchachos de la cuadra que se reunían en la esquina y planeaban los partidos de «tapita» y fútbol callejero, lo identificaban como «Mario el brasilero», lo que no le incomodaba, pues tenía un miramiento de comprensión con los muchachos del barrio, dentro de los límites del respeto hacia los jóvenes.  
Todo aquello parecía tener relación con su adolescencia, él había sido criado en una favela, donde la bola corría con la libertad del viento y el sigilo de unos pies descalzos.  
Para la proximidad del Mundial de Fútbol, en Brasil, los muchachos de la cuadra le notaron cambios en su vestimenta y en la forma de tratar, sonreía con una esperanza albergada desde tiempos inmemoriales, alternaba las camisetas con imagenes de diferentes jugadores legendarios del Brasil: Pelé, Garrincha, Zico, Falcao el brasilero, Ronaldo, Rivaldo Romario.  
Había mandado a pintar en la puerta del apartamento una copa gigante de la Jule Rimet y debajo se podía observar la figura de Obdulio Varela, el uruguayo autor de uno de los goles que originó «El Maracanazo».  
Se inició el partido contra Alemania para definir al Campeón. La calle del barrio estaba sola, se podía ver el asomo de una mesa, el altar de fritos caracterizándose por tener las mejores empanadas de huevo, ante la mesa no había compradores, pero las manos de la señora Micaela no dejaban de manipular la masa. Era una percusión armoniosa que dejaba el disco de maíz en el ardiente aceite. 
El señor de la tienda de la esquina había contratado cien empanadas de huevo para la degustación de los espectadores del partido, la terraza de la tienda estaba convertida en la gradería del estadio, allí se fraguaría «el holocausto».  
Estaban en uno de los grandes oficiatorios del fútbol brasilero: el estadio Mineirao. Así como las voces de los locutores brasileros se quedaban en el grito del silencio con los nombres de Muller, Kroos, Kherira y Schurrle, simultáneamente el rostro de Mario se contraía en una mueca de soledad y tristeza, hasta dejar rodar gruesas lágrimas de amargura y resentimiento, que se acentuaban cuando nombraba a sus viejos héroes del fútbol brasilero: Pelé, Vavá, Didí y Zagalo. Se lamentó en la frase cortada por el llanto: 
—Pelé, mi Pelé, él, tesoro nacional. 
Aquella mascarada de Mario Chorao, era deprimente, se arrancaba la camiseta y se enjugaba las lágrimas, era desgarrador escuchar el llanto del brasilero, en medio de su tristeza y compunción: 
—Hoy lloro más que cuando murió mi madre—clamaba al cielo.  
Nos fuimos y dejamos a Mario con la aflicción de su vida. La puerta de su apartamento no se volvió a abrir por espacio de varios meses. La señora Micaela, todo se lo daba a través de la ventana. La música no volvió y sólo quedó resonando en los tímpanos de sus oídos los goles de los alemanes, después supimos que se fue con María, la zamba de la esquina, estriptisera del último circo que llegó al barrio 20 de Julio