Zona de Traducción

sábado, 25 de abril de 2015

Las vidas para le(er) las de
Gabriel García Márquez y Octavio Paz
Por Ariel Castillo Mier* 
A primera vista no habría dos escritores más disímiles que el poeta Octavio Paz y el narrador, Gabriel García Márquez. Pese a estar hermanados por el Premio Nobel, no es temerario pensar que los dos eran seres tan diferentes (casi contrarios) al punto que viviendo en la misma ciudad, en la región más transparente del aire, y pese a la amistad compartida con el poeta Álvaro Mutis, se mantuvieron siempre distantes. 
Paz es el prototipo del poeta moderno, lúcido, autoconsciente, crítico del mundo, del lenguaje y de los mecanismos y fundamentos de la poesía. García Márquez, con hondo arraigo en la tradición analfabeta y antigua del relato oral, intenta explicar el mundo a través de anécdotas que abstraigan al lector de su circunstancia angustiosa para devolverlo a la realidad enriquecido espiritualmente. 
El Mexicano Octavio Paz
El uno, del sur de Norteamérica, nacido en Mixcoac, en una meseta con rancios ancestros indígenas, vigilada por volcanes femeninos; y el otro, nacido en Aracataca, una región de ríos y caciques aborígenes, no muy lejos del mar, con gran presencia afromericana, al norte de Suramérica; el uno, además de poeta, ensayista, diplomático, director de revistas, crítico literario y de artes plásticas y traductor; el otro, narrador nato con diferentes máscaras: reportero, cuentista, novelista, guionista de cine, columnista internacional; el mexicano: intelectual a la francesa, de tiempo completo, y fiel a la cultura más exquisita y exigente; el caribeño, anti intelectual, a la manera de la generación perdida norteamericana, defensor del vitalismo y la cultura popular del Caribe del bolero, la guaracha, la salsa, la cumbia, el vallenato y las radionovelas, detestaba el espectáculos de los intelectuales en la televisión, los congresos, las conferencias, las mesas redondas y las entrevistas. 
Paz despreciaba la novela, el género vulgar de nuestro tiempo, y ejerció con altura la crítica literaria. García Márquez detestaba los críticos, hombres serios y aburridores, porque la seriedad había dejado de interesarle hacía rato, y le divertía verlos patinando en la oscuridad con su caparazón de pontífices que no encuentran en los libros lo que pueden, sino lo que quieren, pues no saben qué buscan ni adónde quieren llegar. 
El aristócrata y el  plebeyo, el refinado y el popular, la distancia mayor entre los dos, tuvo que ver con su diversa ubicación política: García Márquez en la izquierda, pero a la derecha de Fidel Castro, y Paz en la derecha, aunque en diatriba contra toda dictadura. 
Funcionario y diplomático, el mexicano jamás claudicó en el ejercicio de su libertad bajo palabra; García Márquez, por su parte, nunca aceptó un puesto público ni un cargo oficial debido a su desacuerdo con todo el sistema político colombiano, a todo lo ancho y a todo lo largo y a todo lo profundo de su estructura anacrónica, y para no empeñar su palabra. 
Adolfo Bioy Casares
Uno, reportero curtido, se acostumbró a escuchar con atención y paciencia; el otro, dado a interrumpir al contertulio, se acostumbró a apoderarse de la palabra y a monopolizar la conversación. 
Mientras que García Márquez idolatraba a Rulfo, Paz lo elogiaba con desdeñosa reticencia. 
Al colombiano quizá lo quieren más en México que en su país natal, donde incluso paisanos caribes no le perdonan que uno de sus hijos haya estudiado en Harvard y los académicos bogotanos y antioqueños suelen mofarse de sus supuestas excentricidades de nuevo rico, sus yins de vaquero, sus botas de calle y sus guayaberas, y la recepción inicial de Cien años de Soledad en la prensa nacional fue francamente negativa, pues no la bajaban de impenetrable ladrillo reaccionario escrito en lenguaje chabacano. 
Al mexicano, en cambio, lo idolatran los poetas colombianos, no sólo en su poesía, sino en sus reflexiones críticas y no faltan en cada ensayo al menos dos citas del Arco y la lira, Corriente alterna o Los hijos del limo. 
Pero en México, a Paz lo veían, a menudo, con sorna o indiferencia y se decía que la cultura mexicana descansaba en Paz. 
Muy pocas veces se aludieron directamente el uno al otro. Más pródigo con la palabra, opinador profesional, 1972, Paz, en un ensayo sobre Carlos Fuentes, se refirió a la obra de García Márquez, inicialmente con elogios, reconociéndolo como uno de los más notables novelistas hispanoamericanos (junto con Bioy Casares) en los que el amor es una pasión soberana, y casi adivinando la trayectoria posterior del autor de Cien años de soledad, afirmó: 
«En el mundo de García Márquez el amor es un poder genésico que reina como una presencia oscura, impersonal y todopoderosa: es el mundo del primer día o, más exactamente, la noche primordial». 
El Chileno Pablo Neruda
En 1973, en diálogo con Julián Rios, al destacar la presencia de Ramón Gómez de la Serna en las letras hispanoamericanas, menciona como ejemplo la obra garciamarquiana, no sin recalcar que mientras Gómez era un inventor, García Márquez era un popularizador de hallazgos ajenos. 
Y remató con una caracterización a pedrada pura: «La prosa del escritor colombiano, esencialmente académica, es un compromiso entre periodismo y fantasía. Poesía aguada. García Márquez es un continuador de una doble corriente latinoamericana: la épica rural y la novela fantástica. No carece de habilidad, pero es un divulgador, o como llamaba Pound a este tipo de fabricantes, un «diluter». 
El cambio de actitud parece estar mediado por alguna alusión de Gabo o la firma de apoyo a un documento en el cual se definía a Octavio Paz como un escritor del sistema. 
La andanada del polemista Paz no se hizo esperar en su cordial conversación con Rita Guibert al calificarlo como «Vocero de un grupito de pseudoextremistas que predican, sin tener las fuerzas ni la posibilidad de hacerla, «¡la revolución ahora mismo!». García Márquez es un oportunista de la izquierda, un hombre sin ideas políticas, sin ideas tout court… Capitán de las guerrillas latinoamericanas en los restaurantes y bares de Barcelona». 
Y en entrevista con Alan Riding precisó: «No le reprocho a García Márquez que use su talento para defender sus ideas. Le reprocho que éstas sean pobres. Hay una diferencia enorme entre lo que hacemos. Yo trato de pensar y él repite eslogans». 
Cuando a García Márquez le dieron el Nobel, Paz guardó silencio, si bien en su revista Vuelta abundaron las reseñas y alusiones negativas de su obra. 
Cuando Paz se ganó el Nobel, el colombiano, parco, escribió: «La Academia Sueca ha enmendado por fin su propia injusticia». 
No obstante, si ahondamos en sus trayectorias vitales podremos apreciar que no son pocas las similitudes de asombro que enlazan esas dos vidas en sus distintas etapas. 
Los dos pasaron infancias duras entre adultos, lejos del padre, entre un prestigio social y una estabilidad económica que se venían a menos y se desmoronaban, en compañía de sus abuelos (Paz con el paterno «Papá Neo»: García Márquez con el materno «Papalelo») ambos militares liberales olorosos a pólvora (el de Paz, general y pensionado: el de García Márquez, coronel, murió esperando la pensión), con un muerto a cuestas como consecuencia de un duelo de honor, quienes les inculcaron a los nietos la pasión por la historia, el lenguaje y los diccionarios (el de García Márquez le cedió un pedazo de pared para que pintara: el de Paz, su pluma, con la que el niño escribía cartas a destinatarias desconocidas) y con quienes compartieron los últimos años y el fin de la infancia (Paz presenció la muerte de Ireneo: García Márquez no estuvo cuando murió Nicolás) con largas caminatas y conversaciones interminables sobre la guerra. 
Ambos vivieron la niñez en casas grandes (la de Paz con un hall donde cabía una orquesta; la de García Márquez con una mesa de dieciséis puestos) con bibliotecas afines (Las 1001 noches, Los cuentos de Callejas) habitadas por personas mayores y pobladas de fantasmas («cuartos y cuartos habitados/solo por fantasmas»), y tías medio locas, tocadas por la literatura (en letras de molde, la tía de Paz: oral, la de García Márquez) que marcaron su vida y su obra. 
Tanto Paz como García Márquez, en su juventud, militaron en la izquierda: Paz fue detenido cuando secundaba al catalán José Bosh y García Márquez, discípulo de maestros marxistas, alcanzó a ser célula del partido comunista colombiano. 
Los dos comenzaron, sin culminarlos, estudios de derecho. 
Durante sus visitas de novio, Octavio conversaba mucho más con su futuro primer suegro, José Antonio Garro, que con su prometida: igual pasaba con Gabriel José de la Concordia, quien se la pasaba platicando con el boticario Demetrio Barcha, padre de Mercedes. 
Obras de los dos fueron rechazadas por Guillermo de Torre (quien, además, se opuso a la publicación de un poemario de Neruda, con lo cual acertó tres veces por error: los escritores a los que descalificó se ganaron el Premio Nobel. 
Ambos padecieron (¿o disfrutaron?) el desprecio, la inquina inquisitorial y el corazón blindado de rencor de Rafael Gutiérrez Girardot. 
Los dos encarnan la lealtad a la vocación, la tenacidad a prueba de tentaciones distractoras. 
Herederos de la libertad imaginativa del surrealismo, maestros de la invención verbal, en sus obras el cuerpo (sobre todo el femenino) y el amor como antídoto contra la esencial soledad humana constituyen motivos recurrentes. 
Faros de luz inextinguible, los dos han sido reconocidos universalmente, cada uno en lo suyo. 
Como nada les fue regalado, supieron superar con voluntad inquebrantable los prosaicos obstáculos que impedían el pleno ejercicio de su vocación y ganarse, a puro pulso, el derecho a la palabra hasta el punto de erigirse, como figuras cimeras y polémicas, en el centro de la discusión intelectual latinoamericana, expuestos a la alabanza y el vituperio, el fervor y el odio de sus admiradores y detractores. 

*Tomado de Magazín del Caribe  Año X  No.48 Enero-febrero de 2015. Bogotá Colombia

miércoles, 22 de abril de 2015

EL DÍA DEL IDIOMA EN CHAMBACÚ 
 DE LA POBREZA EXTREMA EN QUE 
UN 23 DE ABRIL MURIÓ MIGUEL DE 
CERVANTES  SAAVEDRA…

Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Era una  hora especial, las voces se daban con compases audibles y las miradas fijas en el tablero negro y lo escrito por la Seño Carmen. Una especie de oración cincelada con letra cursiva, se loaba al «Manco de Lepanto» por celebrarse el Día de los Idiomas, pues para ese  tiempo la  Maestra pluralizaba el día, en honor a Miguel de Cervantes Saavedra, «El Manco de Lepanto». 
Nombrado con este epíteto por su participación en la batalla de Lepanto  contra los turcos del Imperio Otomano de religión musulmana, de donde sale victoriosa la armada cristiana dirigida por Juan de Austria, en esta batalla Miguel de Cervantes sale malogrado de su mano izquierda, impedido para utilizarla, más no la derecha que sostendrá la pluma que habrá de maravillar al mundo con «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote De La Mancha»
                              «Oh Santa Cruz y carísimo Santo Rosario
De Cervantes fuiste su protección
Para bien de las letras del mundo
Aunque Manco de Lepanto lo llamarán

Defendió con valor y  fervor la fe cristiana
A los turcos, de Imperio Otomano venció,
Con plegarias  y oraciones de ciudades hermanas

Con tu libro de El Hidalgo Quijote de la Mancha
Al leerlo, nos alegramos por lo bien que se narra
Vas combatiendo a todo el mal que asechanza
Como buen caballero de armadura y dura lanza

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha
En aquella escuela, una de las tantas instituciones que funcionaban en la ciudad, de la «Sociedad Amor a Cartagena», en ella se aprendían las primeras nociones del conocimiento, todo aquello estimulado  por la bondad y el tesón de la   señorita Carmen Pérez, una mujer devota, quien tenía la aceptación celestial de los chambaculeros, la miraban y la dibujaban como el ángel protector de los niños del barrio 
Se realizaba un concurso de lectura, basado en los pasajes bíblicos narrados en las «Cien Lecciones de Historia Sagrada», entre los textos más leídos estaban «Anunciación de María y Jesús disputando entre los doctores de la ley». 
La Maestra quedaba absorta ante la lectura que hacía el estudiante Emeterio. También para aquel Día de los Idiomas se convertía en canción la plegaria escrita por la Maestra, en la  voz del niño Emeterio Torres, quien se perfilaba como el tenor, que hoy además de cantautor, es licenciado en Matemáticas y Física de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia-Tunja. 
Las voces del coro entraban por las rendijas de las casas de tablas cercanas a la escuela y las personas se acercaban para informarse de lo que se estaba celebrando en la escuela de la Seño Carmen; era el «Día de los Idiomas» y se le daba gracias a Miguel de Cervantes Saavedra. Un hombre que había caminado por muchas ciudades, escribiendo comedias, versos  y  haber soportado la pobreza,  por la cual algunas veces fue encarcelado y excomulgado, otras veces trabajó de alcabalero y comisario de provisiones. 
Miguel de Cervantes Saavedra
Nada de esas adversidades le impidieron escribir el libro más leído del mundo, después de la Biblia. 
Simultáneamente se daba otra celebración en el sector de Tokio de Chambacú, organizado por la Niña Zoilita Castellón, quien dirigía otra escuela de bancos y golpes de regla, la que nunca fue empleada por esta santa maestra, que le hacía compañía a la Seño Carmen, ambas consideradas como beatas de admiración santa y grato recuerdo para quienes fueron tocados por sus consejos amorosos. Las dos tenían clara aceptación de la importancia del buen hablar y consideraban que a través del canto se lograba mejorar la expresión. Ellas fueron una  especie de Hadas premonitorias de sus descendientes, en cuanto a la Señorita Carmen Pérez, de su regazo tomó las primeras letras su sobrino el economista Emiro Pinto Pérez, quien fue tesorero del Departamento de Bolívar. 
Benemérita Maestra en Chambacú
La Niña Zoilita Castellón dejó el mensaje del magisterio en los cuadernos esgrimidos por el Licenciado Luis Ramírez Castellón, hoy  escogido para participar en el Premio Compartir, como uno de los mejores rectores de Colombia en la Educación secundaria. 
Aquellas fueron Maestras que se constituyeron en el oasis de las letras para la desolación predominante en el Chambacú de mediados del siglo XX.   
La escuela marcaba con tinta azul en una cartulina blanca los días del santoral de la Iglesia Católica para recordar con mayor afectación los días de guardar. 
La Maestra Carmen Pérez terminaba su plática argumentando la pobreza extrema en que un 23 de abril de 1616 murió Miguel de Cervantes  Saavedra.




viernes, 17 de abril de 2015

AUSENCIA DE CANCIONES Y VALORES
En los entierros de los pobres las flores eran de papel, las lágrimas de verdad…

Por Rafel E Yepes Blanquicett
Qué dolor de pueblo y de patria siento cuando veo el espectáculo bochornoso en que se han vuelto los entierros de mi gente pobre, de mi gente linda, negra y morena, por cuenta de los pandilleros-delincuentes que han convertido los sepelios de sus integrantes o de algunas de sus víctimas, en una enorme trifulca que infunde pavor en los lugares por donde pasan. 
Cheo Feliciano, en su canción «Los entierros», letra de Tite Curet Alonso, dice que «en los entierros de mi gente pobre las flores son de papel, las lágrimas son verdad», y que «cuando se llora es porque se siente de verdad». Pero en este caso, no hay flores de papel, las balas son de verdad y cuando se llora es por el físico temor ante la furiosa arremetida de los delincuentes.
E Ismael Rivera, en su canción «Las caras lindas», compuesta también por Curet Alonso, pero registrada por Rivera, expresa que «las caras lindas de mi gente negra son un desfile de melaza en flor, que cuando pasa frente a mí, se alegra de su negrura todo el corazón». Sin embargo, en el desfile de los entierros de mi gente pobre, de mi gente negra, las caras no se ven lindas y el corazón se arruga de la tristeza, debido a la violencia de los desadaptados.  
Es tal la situación, que se hace necesario el despliegue cinematográfico de la fuerza pública con sus escuadrones del ESMAD para garantizar la seguridad de dolientes, habitantes y del propio muerto porque estos desalmados «no respetan pinta». 
¡Cómo será la cosa que ya ni en las funerarias ni en los cementerios los quieren recibir!  
Los idílicos sepelios de mi pobre gente de Cheo Feliciano y de las caras lindas de mi gente negra de Ismael Rivera, se han trastocado en una verdadera pesadilla sin fin, tanto para los asistentes a los mismos como para los residentes de los barrios por donde pasan.  
¿Hasta cuándo será este calvario?


  

sábado, 11 de abril de 2015

José Benito Barros
y Los Tiempos de «La Llorona»
Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Eran los tiempos de «La Llorona Loca», en que las guerras eran fáciles de declarar en busca de la hegemonía de uno de los dos partidos tradicionales de Colombia sobre el otro. De éstos, el Partido Conservador se mantuvo en el poder con breves interrupciones por espacio de ochenta años.  
José Benito nació en 1915 en pleno mandato del conservador José Concha Ferreira, quien gobernó entre los años de 1914 a 1918, el mismo tiempo empleado en tratar de equilibrar el mundo por medio de la Primera Guerra Mundial. 
Recibió los arrullos de los cantos marciales provenientes de Europa a través del río de la Magdalena. 
Estaba designado a ser «El Viajero Lírico» por los confines del universo, sin que nunca pudiera olvidar a «El Pescador» conocedor de los designios trazados por el canto de «El Gallo Tuerto», era el hombre que bogaba con la seguridad de volver para encontrar la dulzura de las miradas de la «Princesa Imperial» esperándolo en cada puerto. 
Marcó su vida «El Vaquero» de recorridos largos, tornándose estos en «Caminitos de Luna», experimentando luego la alegría surgida ante el amor que origina la canción que mata los «Pesares», haciendo florecer entonces en el alma del trovador un «Arbolito de Navidad».  
—Cuántas veces he recorrido el mundo tras los ecos «A la Orilla del Mar», cuántas veces he tropezado con  los  golpes de «Las Pilanderas», las damas que como «Juana Rosa Mana» y «Justiniana la Ventanera», diosas que acompasaban con sus voces al corazón señalando un descanso bondadoso de días para la subienda.   
La Llorona, Personaje Mítico
La vida podía brindarme con el canto del «Pajarillo Montañero» las mañanas alegres del «Amor de un Día», pero aquello era suficiente para sentir el «Carnaval» de  mi vida. Pocas eran las sombras que nublaban los amaneceres, jamás imaginaba darle un «Adiós al Corazón».  Me llenaba de alegría y volvía a  cantar con el suave toque de mi guitarra, las canciones que evocaba cuando estaba lejos de mi Banco.  
Podía gritar al mundo, a  ese inmenso espacio que acorto con mis pasos de aventurero-vaquero y viajero: «Cantinero Sirva Trago, que me quiero emborrachar». Ahora la voz era para que el universo me escuchara y mirara que en mí existía un trovador, que si algunas veces lo veían «Divagando», era por el sabor del «Ají Picante», y no porque perdiera en el juego que nos muestra la vida, como es esa dura y continua tragedia de  la «Violencia» en Colombia, cruel amargura que hace de los días una «Navidad Negra».  
A pesar de los pesares, la vida tiene más dulzor que amargura, no importa que algunas veces llore el «Bandoneón» y nos acordemos de esos momentos en que nos parece encontrar la calma eterna, para decirnos: «Me Voy de la Vida». Pero por fortuna, ese bandoneón que llevamos en nuestro interior vibra con su canto y volvemos a soñar con la  suavidad de las brisas,  ya sea en «Mi  Cafetal» o  en las corrientes del Río Grande de la Magdalena, cuando lo  surcamos en «La Piragua» del viejo Cubillo.  
—José Benito podía escuchar el canto del «Guere- Guere» por los recuerdos inolvidables de «Gladys Guerrero», volvía a coger la guitarra para calmar «el Tucu tucu» del recorrido de las imágenes de aquella que se transformaba por el toque de las musas en una «Paloma Morenita», que hacía trinar al cantor para no naufragar en  el pesar de la nostalgia. Antes bien, todo aquello servía para alimentar su numen de trovador incansable. 
Trazaba caminos con canciones, dejando el corazón en la insatisfacción de un «Corazón Atormentado».
El Majestuoso Rio de la Magdalena
Él mismo se respondía, cuando expresaba: «Busco tu Recuerdo», y era una voz brotándole de lo más íntimo de su ser. Nadie podía detener el fluido cantarino que tantas veces le despertaba en noches interminables, era sujeto de musas que le colmaban la mente y lo mantenían insomne, volvía a recordar los tiempos de la vida del «Minero», que se internaba en las intimidades de la tierra para jugar con los minerales de la naturaleza. 
Tal vez la rudeza del mundo hace volver a la nobleza de los recuerdos. Para entonces robarle a las musas la inspiración y así poder cantarle a nuestra amada. 
«La Momposina» es quizás la rosa más hermosa del vergel, que en toda su vida pudo cultivar, siempre la llevó prendida, como la flor colgada en el  primer ojal de la camisa, era su amuleto, su protección contra los amores impuros, los conjuros o desamores. 
En los caminos, ante tanta juglería y tantas vidas, pudo encontrarse con hombres con corazón de fiera, como el de «El Tigre de Tordecilla», nada de esto, por el contrario, amilanó el andar de José Barros. 
Todo servía para incrementar su inspiración de compositor versátil, que pasa del bolero como «A la orilla del mar» y entra con pasión al pasillo «Pesares», donde habla con dureza al corazón y compone un currulao «Paloma Morenita». 
Pero no le bastaba aquello, volvía a las riberas del río entonando sus sentidas cumbias, en la fusión de las diferentes etnias, dejando tal alegría como con «Palmira Señorial» «Navidad Negra» y tantas canciones que narran no sólo amores, sino fragmentos de las páginas de la Historia de Colombia, como son «Violencia». «Mi cafetal», «Las Pilanderas», «La Piragua”» y muchas otras.

miércoles, 8 de abril de 2015

Y TODO POR EL APOYO AL PROCESO DE PAZ

«LA PATRIA BOBA»: DIVIDE Y REINARÁS
 Por Rafael E Yepes Blanquicett
Esta es la máxima que, al parecer,  está aplicando el uribismo para conseguir su objetivo: volver al poder por encima de lo que sea y de quien sea, cueste lo que cueste.


Tal y como sucedió en nuestro país en el período comprendido entre el «Primer Grito de Independencia» de 1810 y  la reconquista española en 1816, conocido como «La Patria Boba», que enfrentó a federalistas y centralistas, una nueva «Patria Boba» se está «cocinando» en las entrañas mismas del Congreso de la República.  
En primer lugar, «el Señor del Ubérrimo» ha logrado dividir a la coalición de gobierno y al país, enfrentando a uribistas y santistas, en torno al proceso de paz que el Gobierno Nacional adelanta con la guerrilla de las Farc. 
Como no pudo derrotar a Santos en las urnas, le está la haciendo la oposición por dentro: desde el mismo Congreso, al cual llegó «el Ungido» dispuesto a volver a sentarse en la silla presidencial «per secula seculorum». 
En segundo lugar, «El Mesías Redentor» colombiano también está dividiendo a la izquierda criolla nacional. 
Juntos pero no revueltos...¡Quién lo creyera..!
Un duro enfrentamiento se está produciendo entre la presidente del Polo, Clara López, que representa a los antiguos «mamertos» del Partido Comunista de Colombia pro-moscovita, y el senador «marxista-leninista-maoísta» del viejo MOIR, Jorge Enrique Robledo, por un supuesto apoyo que la primera le estaría dando a un senador uribista «infiltrado» en el PDA.  
¡Quién lo creyera! 
La izquierda democrática enfrentándose entre sí por el uribismo y la derecha también. 
¡Como para Ripley! 
Y todo por el apoyo al proceso de paz

lunes, 6 de abril de 2015

 9 DE ABRIL TRIGÉSIMO PRIMER ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN
 Asociación rinde Homenaje a Escritores Fallecidos
Redacción La Calvaria Literatura 
Jorge Garcia Usta, Homenajeado (Q. E. P. D)
La Asociación de Escritores de la Costa, que preside Joce Daniels, celebrará el trigésimo primer aniversario de su fundación, el 9 de abril de 2015, con un programa especial que incluye la presentación del escritor Antonio Mora Vélez, que leerá textos de su libro inédito «Los Jinetes del Recuerdo» y un Gran Homenaje a  poetas y narradores fallecidos de la ciudad y el Caribe, para «Leer poemas y relatos de los que se fueron». 
El acto, que es abierto al público para que los que quieran lean y expresen su opinión acerca de los homenajeados, se realizará en el Auditorio «Amaury Román Román» del Centro Cultural Colombo Americano. 
Régulo Ahumada Zurbaran (Q.E.P.D)
A partir de las 5 de la tarde se exaltará los nombres de los escritores, Alberto Sierra V, Abel José Ávila Guzmán, Blas Emilio Botero Palacio, Carlos Bautista Cruz Echeverría, Cecilia Arbeláez de Castellar, David Sánchez Juliao, Jaime Díaz Quintero, Erick Bozzi Andersen, Everardo Ramírez Toro, Héctor Rojas Herazo, Jaime Castellar Ferrer, Jaime E. Camargo F., Jairo Ayola Gómez, Jairo Mercado Romero, Jesús Cárdenas de la Ossa, Jorge Artel, Jorge García Usta, José María Amador, Juan Zapata Olivella, Manuel Zapata Olivella, Meira Delmar, Miguel Facio Lince López, Orlando Fals Borda, Régulo Ahumada Zurbarán, Roberto Ríos Jiménez y Winston «Willi» Caballero Salguedo, muchos de los cuales hicieron parte de la Asociación. 
Zapata Olivella (Q.E.P.D)
La Asociación de Escritores de la Costa, que inició sus primeras reuniones en febrero de 1984 y la primera junta Directiva estuvo conformada por los escritores Régulo Ahumada Zurbarán, Franklin Howard Ortega, Joce G. Daniels G, Libardo Muñoz, José Sarabia, Sebastián Salgado y Ricardo Vélez Pareja, a lo largo de estas tres décadas, venciendo obstáculos se ha sostenido hasta ubicarse como la Primera y más antigua Organización de escritores del país, con representantes en 22 departamentos y Cónsules Honorarios en Alemania, Argentina, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, España, Honduras, Jordania, México, Perú, Suecia y Tailandia. 
Daniels, Presidente Asociación
Gutiérrez Magallanes, Directivo
El evento del 9 de abril al que se espera asistan escritores, investigadores y amigos de los escritores fallecidos, es un acto de Reconocimiento al importante papel que jugaron en su momento estos «artesanos de las letras», como también un acto para demostrar a los «amigos idos» que la muerte llega cuando ya nadie nos recuerda, y en este caso aún en medio de los avatares del tiempo la obra de nuestros escritores sigue vigente.



viernes, 3 de abril de 2015

HAY QUE DEJAR DE LADO LO INSUSTANCIAL Y LO SUPERFLUO

LA DIMENSIÓN DEL SER HUMANO Y EL IMPERATIVO DE LA PAZ

 Por Román Torres Redondo

El paso del tiempo gestando las edades nos muestra lo fugaz  de todo lo existente, nuestra vida muy en breve mudándose en su forma perderá su ardor como llama que se extingue, rauda, navegando en las olas del pasado, solo el ejemplo de nuestras más vitales acciones quedarán como huellas, con la esperanza renovada de vislumbrar otros caminos y plantar nuevas semillas en el inagotable erial de la existencia. 
Si nos detuviéramos un instante como acompasando las horas, a ver con los ojos de la imaginación, a mirar hacia lo alto, a escudriñar las estrellas, y a extasiarnos con la grandeza del universo del que somos parte. Una partícula prodigiosa, mutable y fantástica, si dejáramos de lado lo insustancial y superfluo y volcáramos nuestra inteligencia y sabiduría hacia lo esencial y de significado profundo, y si fuésemos menos soberbios seriamos más felices y haríamos más armoniosa la existencia. 
En la búsqueda de ideales que conduzcan al ser humano a nuevos paradigmas debemos interiorizar y afianzar de manera profunda enseñanzas que deben ser nuestra guía como un ideario que debemos cuidar y sobre todo poner en práctica, donde el ser humano debe ser el fundamento de las más altas aspiraciones que nos conduzcan a la edificación de una sociedad donde la justicia resplandezca, teniendo como fundamento la paz, y podamos compartir  lo que la madre naturaleza nos brinda, fruto del trabajo humano y la experiencia acumulada, para el disfrute y satisfacción de hombres y mujeres sin exclusión alguna. 
Rechazando de manera vehemente como un atropello a la dignidad la desigualdad que cercena sus más elementales derechos y los margina, desconociendo que el ser humano en dura batalla a través de los siglos ha transcendido modificando su medio y adaptándolo a sus necesidades, configurando por medio de la praxis su propia existencia y la sociedad humana. 
Para que estas aspiraciones se conviertan en realidad se requiere modificar todo lo que atente contra el bien común, no seguir pregonando el concepto maniqueo de unos individuos buenos y otros malos que no quieren la paz y por ese motivo tenemos guerras en el seno de la sociedad. 
Este falaz concepto de la lucha del reino del bien contra el mal convertido en categoría por medio de la superstición, mediante el cual se ha exterminado a millones de seres humanos a lo largo de la historia, soslayando las verdaderas causas y motivaciones de tan horribles genocidios. 
Con el propósito de dar mayor fuerza a estas ideas sobre el origen de la guerra citaremos al pensador Helvetius, quien apartándose del concepto ser humano en abstracto dijo: 
«Los hombres no son perversos sino que están sujetos a sus intereses, si lográramos crear una sociedad donde nadie pudiese proporcionar su propio bien sin antes hacer el bien común, delinquirían los locos». 
Debemos decir que para alcanzar la paz es necesario que todos los asociados gocen de libertad y satisfagan sus necesidades, así como el ser humano transciende en el tiempo, también sus aspiraciones adquieren nuevas dimensiones en el curso de la historia, sin el logro de una cultura avanzada y un pensamiento científico, no sólo para una minoría sino para toda la colectividad, es imposible erradicar prejuicios donde el principio de soberanía es utilizado para alentar el odio y la xenofobia por quienes se lucran con la guerra. 
No permitamos que a nombre de la patria se inculque el enfrentamiento y se magnifique el intervencionismo,  manipulando la conciencia colectiva y exacerbando los odios, haciendo ver a nuestros hermanos como enemigos.      

Al conocer nuestro pasado histórico es inconcebible que aún persistan tan profundas diferencias que excluyen y niegan a los demás lo que les pertenece, sin la supresión de esta cruel realidad es imposible que el monstruo de la guerra desaparezca de sobre la faz de la tierra y los hombres dejemos de enfrentarnos. 
¿....delinquirían los locos?:Helvetius
Con el fin de demostrar de manera rigurosa que la guerra no es un sino trágico de la humanidad, debemos traer a colación las investigaciones de tipo biológicas, antropológicas e históricas que nos demuestran que la esencia humana, es una categoría histórica, fruto de la praxis y del proceso en el cual está implícito como ser social en su desarrollo. 
A manera de síntesis debemos conocer la declaración sobre la violencia redactada por un comité de académicos internacionales en el Sexto Coloquio Sobre la Agresividad y El Cerebro Humano, en la Universidad de Sevilla España. 
Quienes nos dicen: 
«La guerra es biológicamente posible, pero evitable como lo evidencia su variación en cantidad y naturaleza tanto en el tiempo como en el espacio, hay culturas que han combatido por centurias, y otras culturas que han participado en guerras pero en otras no». 
«Es científicamente incorrecto decir que la guerra o algunas otras conductas violentas están genéticamente programadas en nuestra naturaleza humana». 
«Es científicamente incorrecto decir que la guerra es causada por el instinto, o algunas motivaciones simples». 
«Concluimos que biológicamente la humanidad no está condenada a la guerra y que puede estar libre de la servidumbre del pesimismo biológico y puede con confianza emprender una necesaria tarea transformadora en los años por venir». 
La paz brotará cuando borremos de nuestras vidas las funestas ambiciones e inculquemos en los humanos el entusiasmo y la generosidad. 
La Guerra no se da en lo Genético...
Proclamemos la victoria de la paz ensalzando el culto por los héroes que sin tregua ni descanso levantan como espadas sus brazos contra la opresión el olvido y la violencia.
Como el arado abriendo surcos alcémonos victoriosos por la paz en lucha frontal contra la superstición y la ignorancia. 
Difundamos el anhelo de bienestar a la humanidad sedienta de justicia y entonemos la plegaria por la paz juntando como enjambres nuestras voces hombres y mujeres sobre la tierra.